3.8.05

Don Quijote en el campo y el «rubicundo Apolo»

Con el ideal de justicia y equidad de la caballería medieval («agravios que pensaba deshacer, tuertos que enderezar, sinrazones que emendar, y abusos que mejorar, y deudas que satisfacer», 1, 2) sale don Quijote de su aldea por la puerta del corral de su casa una calurosa mañana de julio, sin que nadie se dé cuenta, y emprende su vagabundeo a caballo de Rocinante. Va sin rumbo fijo, como los caballeros andantes de las novelas, y hablando consigo mismo en lenguaje campanudo, altisonante y cuajado de arcaísmos. Sueña en su gloria futura y en el historiador que en tiempo venidero escribirá sus hazañas, y su imaginación le dicta las palabras con que se narrará su primera salida
Apenas había el rubicundo Apolo tendido por la faz de la ancha y espaciosa tierra las doradas hebras de sus hermosos cabellos, y apenas los pequeños y pintados pajarillos con sus arpadas lenguas habían saludado con dulce y meliflua armonía la venida de la rosada aurora, que, dejando la blanda cama del celoso marido, por las puertas y balcones del manchego horizonte a los mortales se mostraba, cuando el famoso caballero don Quijote de la Mancha dejando las ociosas plumas, subió sobre su famoso caballo Rocinante, y comenzó a caminar por el antiguo y conocido campo de Montiel (1, 2).

El lector moderno debe ir con mucho cuidado cuando en el Quijote encuentre pasajes como esta descripción del amanecer, que a más de a uno ha engañado. Las líneas que acabamos de ver han sido puestas tomo «modelo de prosa», y no ha faltado quien las admirara como tal. El error es gravísimo, y Cervantes reiría de buena gana si pudiera ver que hay quien se toma en serio este pasaje, pues él lo escribió con el deliberado propósito de burlarse de los libros de caballerías y de parodiar su altisonante estilo. La prueba está en el hecho de que en algunos de estos libros encontramos descripciones muy similares, pero escritas en serio, como en la del amanecer que nos ofrece el Belianis de Grecia:

Cuando a la asomada de. Oriente el lúcido Apolo su cara nos muestra, y los músicos pajaritos las muy frescas arboledas suavemente cantando festejan, mostrando la muy gran diversidad y dulzura y suavidad de sus tan arpadas lenguas... (Belianis11, 43).

El lector del siglo XVII, que sabía que éste era el estilo peculiar de algunos libros de caballerías, captaba al, instante la intención paródica de Cervantes en el pasaje «Apenas había el rubicundo Apolo... », que, fijémonos bien, está puesto en boca de don Quijote, quien, intoxicado por este estilo de prosa, lo juzga admirable, al paso que Cervantes, al satirizarlo, lo condena rotundamente. Advertimos, además, que el Quijote es, en principio, un libro. propio para ser gustado por entendidos en literatura, que sabrán captar bien las intenciones del autor.

[Martín de Riquer: Aproximación al Quijote.]

1 comentario:

Cisne Negro dijo...

¡Oh, el primer spam en los comentarios! ¡Una primicia histórica! ¡Qué ilusión!