13.2.05

Lectura compartida del Quijote (III): capítulos II-VI

Como veremos, la primera parte del Quijote viene marcada por la locura del personaje: en efecto, el choque entre la realidad y la ficción viene dada por el convencimiento de nuestro protagonista de que es un caballero andante. En la segunda parte -ya repararemos en ello-, es al contrario: se pondrá énfasis en lo que los demás harán creer a don Quijote, y no al revés.

En estos episodios de la primera salida, llama la atención (a nosotros y al lector de la época) que don Quijote salga con las armas de sus antecesores, que al ser del tiempo de los Reyes Católicos están totalmente desfasadas. Su forma de hablar arcaica, aprendida de los libros, es totalmente artificial en la época y resulta hilarante aun al lector moderno, que se da cuenta del cambio de registro, así como el hecho de que, llegado a la venta, se dirija de esa forma grandilocuente a unas furcias. Lo más curioso es que, a veces, el narrador se contagia de la locura de don Quijote, y donde debería decir ventero, dice amo del castillo, etc., acercándose a la visión del protagonista y creando cierta ambigüedad irónica que fortalece sus ilusiones. El avispado ventero sigue el juego a la locura de don Quijote, y esa noche le arma caballero en una ceremonia socarrona y vergonzante, en la que el protagonista empieza a repartir palos en una secuencia de grato recuerdo humorístico.

En los demás episodios, don Quijote vuelve a enfrentar el mundo idílico de los relatos de caballería con la cruda realidad, tanto en el episodio del mozo apaleado por su amo, como en el de los mercaderes a los que hace jurar -sin haberla visto nunca- que Dulcinea es la más bella mujer, juramento que terminará en paliza y cun un delirante momento de don Quijote asumiendo nuevas personalidades en su locura. Así pues, nuestro caballero termina otra vez en su hacienda y se inica el escrutinio de la biblioteca, un pasaje a lo "Fahrenheit 451" que le sirve a Cervantes para hacer crítica literaria, no sólo de los libros de caballerías (tan sólo salvará a tres, entre ellos el "Amadís de Gaula", por iniciar el género, y el "Tirant lo Blanch", por su valor realista: "aquí comen los caballeros, y duermen y mueren en sus camas, y hacen testamento antes de su muerte, con estas cosas de que todos los demás libros deste género carecen" -no sé yo si es realista que a un caballero le explote la vesícula de rabia y muera, pero bueno, la noción de verosimilitud es amplia-). De este fragmento hay una cita que me gusta usar y que incluso usé como epígrafe de un poema titulado "Alonso Quijano lee a Elric de Melniboné". Es ésta: "Llevadle a casa y leedle, y veréis que es verdad cuanto dél os he dicho". Naturalmente, en el original se están refiriendo al Tirant.

Cervantes también aprovecha para criticar novelas pastoriles y poesía, mencionando incluso su propia "Galatea", de la que promete una segunda parte. De nuevo, en este episodio, Cervantes pone a su servicio un diálogo entre dos personajes que son en el fondo uno mismo -él- y sus intervenciones hacen avanzar con más fluidez la trama.

[Próximo comentario: capítulos VII-XVIII]

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